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Inspirada en este texto
Desde pequeña, cuando caminaba por la calle, siempre imaginaba quien se
escondía realmente detrás de cada semblante, de cada vestido, de cada abrigo…
En especial me intrigaban las mujeres, al fin y al cabo yo acabaría siendo
una de ellas. Así que las clasifiqué en tres tipos de mujer. Las tres eran
bellas y elegantes, eran un reflejo de mi futuro. Pero cada una de ellas
contaba con marcados rasgos diferenciadores que las hacían únicas y especiales.
Una era el reflejo de esa mujer delicada, sencilla, tierna, algo desvaída,
como aquellas bailarías de ballet, que un simple gesto, una leve sonrisa
ilumina toda la sala sin apenas ser percibida. Así que no se me ocurrió mejor
manera que crear estas piezas de plata con acabado mate, sin más, donde el aire
entra y sale, el perfume emana de unos diminutos agujeros, simples, sencillo y
de líneas limpias.
Otra de mis mujeres imaginarias de la infancia, era aquella mujer exótica,
llamativa, que lucía colores sutilmente vibrantes. Aquella mujer que desprendía
alegría a raudales, de amplia y brillante carcajada. Extrovertida, aventurera,
siempre dispuesta a acariciar el azar, lo inesperado…., así es como surgió mi
segunda dama. Nace de la primera, su forma elemental es la misma, pero donde
juega un papel muy importante el azar, los ácidos, el fuego, los caprichosos
colores, nacidos de la casualidad, hacen cada una de estas piezas únicas y
exclusivas igual que cada una de aquellas mujeres con las que me cruzaba por la
calle, en un café, o en la cola del supermercado.
La tercera de mis super mujeres, es aquella extremadamente exquisita,
aquella que pocas veces tenías al lado y que veías en la tele o en el cine.
Aquellas que lucían magnificas joyas, vestidos de alta costura pero que a
diferencia de las anteriores su sola presencia hacía enmudecer la sala. Mujeres
discretas que al unísono centraban todas las miradas sobre sí. Gemas ya pulidas
en infinitas facetas, destellos de luz donde combinaban a la perfección esos
colores exóticos con esa media sonrisa cautivadora. Pues sí, mi tercera mujer
es aquella que se deja mecer con melodías clásicas de última generación,
vanguardias artísticas que siguen apreciando aquel diamante simbólico junto al
brillo discreto del astro oro. En realidad es una suma de las tres esencias de
mujer que un día lejano mi mente infantil dibujó en mi memoria.